28 de julio de 2014
¿Sirven las anunciaciones de Jesús?
¿Sirven las anunciaciones
de Jesús?
Más
que una mano llena de preceptos éticos para el diario vivir, desgraciadamente
no dan los evangelios. Ni siquiera los mensajes claves de Jesús fueron alguna
vez utilidad práctica para el mundo.
Básicamente
nadie toma realmente en serio los mandamientos y promesas de Jesús. D e otra
manera no deberíamos tener bancos (Mateo 6, 19): “No acumulen tesoros en la tierra”.
No
necesitaríamos policías (Mateo 5, 40): “Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la
capa”, ni juzgados (Mateo 7, 1): “No juzguéis”.
Además nos podríamos ahorrar la total y amarga discusión
sobre el mercado laboral (Mateo 6, 25): “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué
habéis de beber;” es completamente suficiente preocuparse
por elk reino de Dios, puesto (Mateo 6, 33): “todas estas
cosas os serán añadidas.”
¿Pero dónde está
el buen “pastor”, que cuida a sus ovejas? (¡Qué manera de despreciar a personas
adultas llamándolas “ovejas”!) . Hay que imaginarse a millones de personas que
dejarían su trabajo, se sienten cómodamente confiando en Jesús y sólo rezarían.
Pablo, quien
constantemente contradijo a Jesús, ya tempranamente había reconocido este
problema y abolió la regla cristiana del flojo dejarse estar. (2ª Tesalonicenses
3, 10): “que si alguno no
quiere trabajar, tampoco coma.”
Jesús
no hizo intentos de eliminar activamente males
prevalecientes. Donde él también buscamos en vano soluciones para problemas y
crueldades existentes.
No
encontramos ninguna protesta contra la
esclavitud generalizada en aquellos tiempos y ningún llamamiento para el
respeto por la naturaleza y los animales.
No
encontramos ningún consejo, que pueda ayudar en caso de un embarazo por una
violación, ninguna instrucción medica contra enfermedades, ni una palabra sobre
la violencia intrafamiliar u otras ayudas para problemas realmente dramáticos.
Todo
esto probablemente fue demasiado banal para Jesús. A excepción de un ocasional “¡amaos los unos a los otros!”, no dejó
nada con sentido contra la necesidad de los humanos.
Desgraciadamente, Jesús cómo antes su padre
celestial en el Antiguo Testamento realmente no supo anunciar nada nuevo. A
pesar de su ascendencia divina no supo, que el hombre y el simio tienen el
mismo antepasado, que los rayos son descargas eléctricas y que las estrellas no
están colgando del firmamento sobre la Tierra. Jesús creía en demonios del viento y espíritus
y conferenciaba con el diablo en el
desierto.
Cuando el clero le pregunta, por qué comía y
bebía con “publicanos y pecadores” (Lucas 5, 30), respondió
(Lucas 5, 32): “No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento.”
A primera vista una
respuesta que suena bien, pero cómo pensaba
Jesús convertir a los publicanos y pecadores comiendo y bebiendo con ellos no
se aclara. ¿Nuestra policía debería salir a comer con traficantes
de drogas, para disuadirlos de sus acciones?
Donde Juan las interpretaciones
poco realistas de Jesús se ponen vagas en la misma medida, cómo su persona es
deificada como Cristo. Cuando los escribas acusan a una mujer de “adulterio”
(Juan 8, 3) y le piden consejo a Jesús, este se agacha y con su dedo escribe
algo en el suelo, se levanta y pronuncia la famosa frase (Juan 8, 7): “El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella.”
¡Linda frase! Pero si
esto le fue de ayuda a la mujer y de qué manera esta
supuesta sabiduría ha de ser aplicada en el diario vivir, en el sistema de
justicia de una comunidad o de toda una nación, queda abierto.
Por esto no es más un verso poético. ¿O nuestro gobierno
debería enviar a sus casas a todos los jueces y suspender los castigos? Por último todas las personas son pecaminosas
(Romanos 3, 9): “pues ya hemos acusado…,
que todos están bajo pecado.”
En el fondo Jesús no dejó directrices vinculantes, sobre aquello que se debería
hacer o dejar de hacer. Los ricos, por ejemplo,
sólo son atacados donde Lucas. En otras partes la riqueza no es mal vista, aún
cuando en la actual alta sociedad muchos creyentes les gustarían que fuese así.
Otros temas desagradables
que le atañen a las personas, como el aborto, empobrecimiento, alcoholismo, criminalidad
juvenil, invalidez, cesantía y muchos otros más, no se mencionan en los evangelios.
Los verdaderos problemas de las personas les eran de
menor importancia.Ludwig Feuerbach, en su libro “Das Wesen des
Christentums” (La esencia del cristianismo), entre otras cosas escribió, que
baja valoración tienen, en las anunciaciones bíblicas, la vida vegetal y animal.
Ningún milagro se menciona que Jesús alguna vez haya sanado a un animal o se
haya preocupado por uno. Animales y plantas, para la mayoría de las personas en
la antigüedad no eran más que ser sin alma.
Fuente http://www.bibelkritik.ch
Traducido del alemán por
A. Gundelach
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