31 de marzo de 2014

La fe - un cuento



La fe - un cuento

En una reunión, un señor, lo llamaremos Pedro, tenía frente a sí, en una mesa, un recipiente con unos cristales diminutos de color blanco, pro que no tenía ninguna etiqueta para saber de qué se trataba.
  “Señores” dijo, “ahora me voy a tomar una taza con café y lo voy a poner unas dos cucharadas de esta sustancia, para endulzarlo”. Un presente, llamémoslo Juan,  le preguntó: “¿Cómo sabes que es azúcar y no sal?”,  “Estoy convencido de ello”, le respondió el señor, “El frasco no tiene etiqueta, usted no puede saber si es azúcar o sal. ¿Por qué está usted convencido de que es azúcar?”, “Muy simple, lo sé por fe”. El otro señor algo consternado, “pero ni siquiera lo ha probado”, el señor de la taza de café le responde con cierta soberbia, “Lo que yo sé por fe no necesita ser probado”. El otro señor prueba la sustancia y exclama: “¡Pero si esto es sal!”, “No señor, es azúcar”, “Es sal” le repite el otro.  “Señor usted no tiene fe, yo si la tengo y además tengo el convencimiento de que estos cristales, son cristales de azúcar”.
Juan prueba un poco de esa sustancia. “Lo sabía, es sal”.  Pedro, le responde: “Si tuvieras un poco de fe te darías cuenta que no es sal, sino azúcar”. Juan: “Se distinguir perfectamente entre el azúcar y la sal” – Pedro se enoja: “Es Satanás quién te tienen engañado, incrédulo”.
Finalmente Pedro, convencido de que era azúcar, le puso tres cucharaditas a su café y se lo tomó.

2 comentarios:

Alexánder dijo...

En lugar de promover una fe ciega, la Biblia nos aconseja mantener los ojos abiertos para que nadie nos engañe (Mateo 16:6). ¿Cómo? Usando nuestra “facultad de raciocinio”, es decir, la capacidad de razonar (Romanos 12:1). La Biblia nos educa para que analicemos los hechos y saquemos conclusiones basándonos en ellos. Basta con ver algunos ejemplos de las cartas del apóstol Pablo.

En su carta a los cristianos de Roma, Pablo los animó a examinar las pruebas de que Dios existe en vez de aceptarlo sin más. Escribió: “Las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que [los que no reconocen su poder] son inexcusables” (Romanos 1:20).

El apóstol usó la misma lógica en su carta a los Hebreos al decir: “Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios” (Hebreos 3:4). Y cuando escribió a los cristianos de la ciudad de Tesalónica, les advirtió que no se creyeran cualquier cosa. Les dijo: “Asegúrense de todas las cosas” (1 Tesalonicenses 5:21).

La realidad es que la fe religiosa, cuando no se basa en pruebas sólidas, puede ser una trampa que engaña y perjudica a las personas. En tiempos de Pablo hubo gente que cayó en esa trampa. “Doy testimonio —indicó el apóstol— de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto.” (Romanos 10:2.) De ahí la importancia de seguir el consejo que dio a la congregación cristiana de Roma: “Transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2). Por tanto, la fe que se fundamenta en un conocimiento exacto de Dios no es un engaño para sentirse mejor, sino un “escudo grande” que nos protege del daño espiritual y emocional (Efesios 6:16).

Albrecht Gundelach dijo...

La fe es aceptar algo como cierto sin tener la más mínima evidencia de que ese algo es real.
El tipo del cuento tenía fe que el producto que vertió a su café era azúcar, estaba convencido de ello, pero se equivocó.
La fe no da ninguna certeza de nada, no es más que una excusa para creer en cosas totalmente irracionales