24 de noviembre de 2013

Un cuento



Un cuento


Dios y la Nada


Al comienzo, cuando aún no existía el tiempo, no había nada. No existía el tiempo, no había materia, espacio, y el universo tampoco existía. Aún no se había inventado la lógica, y las leyes naturales no existían, ya que todavía no había naturaleza. No brillaban estrellas, no había planetas que se movían, ni siquiera se practicaba algún deporte.


Era todo  muy aburrido.
 

Sólo Dios existía y trascendía  la nada, que aún no existía, porque un nada no puede existir. Pero tampoco aún existía la lógica que pudo haber evitado esto.


El primer acto de Dios


Y Dios vio que esto no era bueno. Ya que si no había reglas entonces nada podía impedir a la nada, de transformarse en algo. Pero sin él nada debía ser.


A pesar de que no había tiempo, Dios no titubeó en actuar, y creó las primeras reglas: Nada puede surgir de la nada. Y cómo aun no había lógica, la invento al mismo tiempo. Pues sin lógica tampoco tenían validez las reglas, tampoco las recién llamadas a la no existe creación.


 Y así fue que Dios se movía sobre la nada y nada hubo y la nada fue, y podía existir. Y Dios aún no disponía de tiempo, para hacer algo. O quizás sí, no se sabe


Sin tiempo Dios no tenía tiempo, para crear el tiempo


Y a pesar de que no había tiempo que pasaba, y no había un reloj que hacía tic-tac, vio Dios la nada, y no vio nada y tampoco escuchaba nada, y se decía: “Esto aún es nada, o sea nada bueno”.


Y Dios pensó, y resultó, que para esto servía la lógica. Y pensaba, y pensaba hasta que las aun no existentes sinapsis quedaban al rojo, y determinó crear el universo.


En seguida creó las leyes naturales, que iban a guiar y regular al universo. Aunque  todavía no había luz, pero él creó las reglas, que nada debía ser más rápido que la luz, y todas las demás normas, que posteriormente servirían para aburrir a los niños con la física. Él creó la física para que los físicos tuviesen remuneraciones y pan.


Entonces dijo “sea luz” y todo se iluminó… pero ahora todavía no había nada, pero se podía ver. Y de la luz se formó un universo, y fuera de Dios no había que lo podía. Y decidió hacerlo grande, y más grande, y creó el tiempo, y el espacio, y de la energía, la materia. Y ajustaba y manipulaba  las constantes naturales de la recién formada naturaleza, hasta que todo funcionaba.


Dios crea la vida



Durante largo tiempo se quedó mirando y determinó crear vida, en un pequeño e insignificante planeta, al borde de una galaxia,  de su libre arbitrio, de entre cientos de millones de galaxias con miles de millones de estrella. 


Y así sucedió, pues su poder no conocía límites. Tampoco sus conocimientos, y así supo, que iba a crear vida, cómo se iba a desenvolver, y lo que pasaría. Y de la vida surgieron los seres humanos, y sabía que no serían de su agrado, y tuvo que enviarse a sí mismo a la Tierra, y dejarse matar por ellos, resucitar y de este modo reparar todo, lo que había salido mal.


Y así sucedió. Y él pensó, aquel que no creyese todo esto, debería ser castigado, y creó a los ángeles. Él sabía, que uno se iba a rebelar y necesitaba un administrador para el infierno, para castigar a aquellos quie no creían todo esto. Y deseaba que el infierno permaneciera vacío, y que no tuviera que castigar a estos pequeños y desagradecidos bastardos. Debido a todas las imperfecciones, que les impuso, debería castigarlos o no.


Dios inventó la comunicación  
    

Entonces, Dios inventó el rezo y obligó a sus criaturas, comunicarse telepáticamente con él, para alabarlo, y para que lo pudiesen hacer peticiones, para hacer exenciones a las leyes de las naturales. Lo que hacía o no de acuerdo a su ánimo, hasta que alguien in ventó la cámara fotográfica. Y desde entonces ya no les podía ayudar, ya que entonces se habrían dado cuenta, que él existe. Pero eso no lo quería;  él quería castigar a aquellos que no creían en él.


Y él los amaba a todos, aún cuando ha creado al infierno, para enviar allí a aquellos que no lo amaban. Y debido a que el amor era incondicional, creó su gran obra, la Biblia, en la cual les prescribía cabalmente, que tenían que amarlo. Y cuando él mismo estaba en la Tierra, los amenazó con el infierno, si hicieran uso de su libre arbitrio y no lo amaban por esto.


  Muchos le creían, construyeron iglesias y crearon muchas otras reglas, y existía una gran desunión entre ellos, ya que nadie sabía, cual era la mejor manera para agradar a Dios, y aquellos que no lo hacían bien, los castigaba por ello. O no, esto no lo sabe nadie.


Y ¡Oh sorpresa! La nada tuvo un sentido.


… lo que no es necesario hacer. La primera tabla del pensar dice; ¡no pienses no hay nadie, que te puede obligar a hacerlo!


Texto editado el: 09.06.2013 – revisado el: 11.11.2013



Traducido del alemán por A. Gundelach, con la gentil autorización de Volker Dittmar                                                                                                   





















2 comentarios:

Alexánder dijo...

LA CREACIÓN NOS INFUNDE FE EN EL SEÑOR DEL TIEMPO
En el mundo físico, todo funciona con una precisión extraordinaria, incluso a escala microscópica. Los átomos, por ejemplo, vibran con una frecuencia constante. Gracias a esta característica, se han construido relojes atómicos tan precisos que se desajustan apenas un segundo cada ochenta millones de años. Los planetas y las estrellas también se mueven con exactitud matemática. Sus posiciones en el cielo son tan predecibles que pueden emplearse para navegar y para marcar el comienzo de las estaciones. Sin duda, el Diseñador de estos asombrosos “relojes” es “vigoroso en poder” y merece nuestras alabanzas (léase Isaías 40:26).
Entre los seres vivos también encontramos asombrosos ejemplos de exactitud y precisión. Por ejemplo, numerosos animales y plantas cuentan con relojes internos que regulan sus ciclos vitales. Muchas aves saben por instinto cuándo comenzar sus migraciones (Jer. 8:7). Incluso los seres humanos tenemos un reloj biológico, controlado generalmente por el ciclo de veinticuatro horas del día y la noche. De hecho, cuando viajamos en avión y atravesamos varios husos horarios, nuestro organismo puede tardar varios días en volver a ponerse “en hora”. Sin duda, en la creación encontramos numerosos ejemplos de exactitud y precisión que demuestran que Jehová, el Dios de “tiempos y sazones [o épocas]”, tiene sabiduría y poder infinitos (léase Salmo 104:24). Siendo así, no nos cabe la menor duda de que la voluntad del Señor del Tiempo siempre se cumplirá.

Albrecht Gundelach dijo...

El problema que tienen los creyentes en general, y en especial los cristianos, para explicarse la naturaleza necesitan creer en un ser trascendental que lo ha creado todo. Este concepto proviene de las épocas más remotas de la humanidad, cuando se imaginaban un mundo animista lleno de magia, y veían en todos los fenómenos naturales espíritus malévolos y benévolos.
A pesar de los avances científicos y la enorme cantidad de conocimientos que tenemos en la actualidad, que explican el origen y el funcionamiento de la naturaleza, es sorprendente que aún existen personas, que para explicarse lo natural tienen que recurrir a interpretaciones esotéricas y sobrenaturales, olvidándose que en la naturaleza no existe lo sobre natural.