1 de marzo de 2015

Veracidad en vez de revelación



Veracidad en vez de revelación
Sobre el humanismo, agnosticismo y la incapacidad de discurso “de los religiosos"
Dr. Michael Schmidt-Salomon (1994)



La historia de la humanidad – una historia de la inhumanidad. No pocos creen, que la impiedad es la característica primordial del ser humano. No hay que ser cínico, para llegar a este juicio de espeto paradójico. ¿Pero cuáles son las razones del evidente despliegue de la crueldad humana? ¿Por qué todos estos asesinatos y torturas? ¿Por qué todos estos crímenes brutales al hombre y a la naturaleza, sobre los cuales los noticieros y los diarios informan aumentando su circulación? Numerosos trabajos, que se ocuparon con este tema, proporcionaron interesantes hipótesis. Sin embargo, un aspecto importante no recibió la atención necesaria. Un aspecto, que en primer término parece algo descabellado, pero que al mirarlo más de cerca llega a tener una importancia  central. 

Una gran parte de las numerosas inhumanidades históricas y del presente pueden ser entendidos como epifenómenos de una evaluación epistemológica errónea y en su mayoría irreflexiva: La falsa creencia que presente en todas las religiones, de estar en la posición de la verdad universalmente válida, más exacto: Ser dueños de esta verdad. La construcción de una intersección, posibilitada por una revelación entre el “mundo del allende en si mismo” y “el mundo del ser humano” fue una causa epistemológica, para millones de asesinatos. En la historia de la humanidad casi no existió una idea, que provocó tanto dolor y   miseria, cómo la idea religiosa, que la verdad absoluta (Dios, destino, etc.), independientemente del ser humano, existe y que puede ser proporcionado por revelación  a seres humanos escogidos. 


Franqueza y revelación se excluyen entre sí. Religiones reveladas potentes sólo conocen – si se les deja espacio libre – muchas veces sólo una máxima, el trato con distintos pensantes: ¡Vas a creer en ello – o tendrás que cree en ello! Una máxima, que no sólo fue aplicada en firma brutal durante las cruzadas. En los años cuarenta de este siglo, cómo es sabido, cientos de miles de serbios y serbias “tuvieron que creer en ello”, porque no quisieron convertirse al catolicismo. La brutalidad del régimen estrictamente católico de Ustasha a la sazón, apoyado por el Vaticano incuso chocó incluso a los no muy sentimentales de la SS.


De las casi 50 guerras anuales, que se llevaran a cabo en el mundo, según declaraciones de la “Stiftung Entwicklung und Frieden” (Fundación para el desarrollo y la paz) casi la mitad fueron religiosamente motivados y en muchos casos se destacaron por una especial brutalidad. ¿No habría aquí – debería preguntarse – un campo de tarea para los movimientos pro paz que se quedó medio dormido en os últimos tiempos? Algo exagerado: ¿No se debería cambiar por fin la vieja disputa por “zonas libres de armas atómicas”, por una nueva disputa por “zonas libres de religiones”? ¿A caso no aclara más la larga historia de los súper desastres religiosos, que el riesgo religiosos restante es demasiado alto? ¿Es posible una paz mundial sin un desarme religioso?


La hipótesis de las canoas de agua lluvia 


En esta parte de la argumentación regularmente aparece la objeción: Toda injusticia que sucedió y sigue sucediendo en el nombre de la religión, no es atribuible a la “religión como tal”, a la creencia de un poder superior revelado, sino a criminales que se apoderaron injustificadamente de convicciones religiosas y que aprovecharon estas en forma desvergonzada para sus propios intereses. Este argumento recuerda a Ramakrishna, quién a la pregunta por qué se degeneran las religiones, habría respondido, que el agua de lluvia que es pura, pero que si el techo y las calles están sucios, las habría recorrido, pierde su claridad original. Esta “hipótesis de las canoas de agua lluvia”, es defendida por muchos, pero es falsa: Puesto que la inhumanidad no es una perversión casual de la religión, la inhumanidad es constitutiva de la Religión, es la raíz propiamente tal de la religión.


Esto queda claro, si nos visualizamos lo que caracteriza una religión en el nivel abstracto: las religiones son sistemas de cosmovisiones, que se basan en un conjunto de sentencias sobre la estructura del “mundo en sí mismo”, del cual se derivan frases del deber (Sollsätze) para el “mundo  humano”. El acoplamiento  de frases del ser (Seinssätze) sobre el “mundo en sí mismo” con frases del deber, para el “mundo del ser humano” es constitutivo par la religión. Es la base de cada religión. Un fundamento epistemológicamente insostenible, y que también contraviene fundamentalmente contra las reglas del discurso, contra el principio de la equidad. Para entender este argumento un pequeño  inciso epistemológico.


Una cancelación al Olimpo 


Uno de los más grandes e importantes logros de la razón crítica  es el conocimiento de la naturaleza constructivista de nuestra concepción cosmológica y a la ella atada cancelación al Olimpo. La razón humana se ha vuelto más modesta. Ya no afirma de poder conocer al mundo desde la perspectiva olímpica, ella sabe que no está en condición de poder hacerlo, puesto que ella misma construye “al mundo” en forma antroporelacional. El núcleo de esta razón se puede expresar en una única frase, tener esto en consideración debería ser la primera obligación de todos los ciudadanos del mundo: Nosotros no podemos percibir el mundo, cómo existe independientemente de nuestra  percepción. 


Si esta frase fuese cierta (y yo no conozco ninguna refutación racional a ella), entonces esto significa, que el acceso asegurado a este “mundo en sí mismo” (Un mundo desligado de nuestras percepciones) estaría cerrado por todos los tiempos, y que el púnico mundo, sobre el cual podemos tratar en forma justificada, es el “mundo del ser humano”, una construcción humana, de la cual sólo sabemos, que en los combates de la evolución, ha demostrado ser existencialmente significativa. Si y en qué medida esta construcción concuerda con el “mundo en s mismo”, no es posible determinar, porque nosotros, como seres humanos, no tenemos criterios para esta determinación.


Esto ahora no significa que es innecesario o imposible hacer declaraciones sobre el mundo en el cual vivimos Más bien, esto significa que en el diario vivir y en la ciencia debemos partir del mundo experimentado, que no podemos evitar observar al mundo desde la perspectiva de nuestra existencia como humanos. Determinante no es entonces la “verdad del allende” de modelos mundiales, sino su “cualidad de aquende”. No se trata de la cuestión: ¿Es cierta o falsa la construcción de la realidad "en sí mismo"? – sino si se adapta o no a nuestro derecho a la vida. Este es el único criterio, que poseemos para diferenciar justificadamente para decidir e entre modelos de realidad buenos o malos.


Naturalmente las religiones, según las definiciones arriba mencionadas, no quieren saber nada de una tal limitación sobre la perspectiva humana. Para poder seguir existiendo, tiene que afirmar, estar en la posición de tener criterios más elevados para la diferenciación, deben seguir reclamando para sí - a pesar de todos los argumentos – el acceso a las perspectivas olímpicas. Esto significa: Tienen que continuar proveer a sus modelos mundiales humanos con otros criterios, que los criterios de calidad de los humanos (Por ejemplo, voluntad divina, ley del cosmos, etc.). Con esto cometen un terrible fraude de etiqueta, que lleva a una “competencia desleal de ideas”. En esta parte, a partir de las tonterías epistemológicas, que es la base  de las religiones, se llega a una violación del principio de la equidad.-


Religión y discurso

La idea del discurso, el concepto del “dialogo libre de dominio”, tiene como precondición del pensar la suposición, que los deliberantes argumenten entre ellos en niveles de discusiones equitativos. La aceptación de la paridad  de las bases de los argumentos es una precondición necesaria del consenso deseado. La reclamación  religiosa de la reivindicación de la verdad del revelado “mundo en sí mismo” es una transgresión fundamental contra este principal básico del discurso, puesto que  el hombre religioso, al contrario del hombre no religioso, no sólo usa los argumentos que existen en el mundo humano (Que están equilibrados entre si y que pueden ser modificados), él además usa argumentos, que según sus pretensiones, pertenecen a un nivel más elevado (que no pueden ser abolidos  por argumentos humanos). Mediante este reforzamiento pseudo trascendental  de sus argumentos, esta persona religiosa se hace argumentativamente intocable. El está por encima de las cosas, habla sobre enfoques superiores. Consecuencia: Él se sobrepasa a mismo, toma ventaja y rebaja a sus interlocutores no religiosos, quienes en las discusiones, no juegan con naipes marcados.




Aquí es importante destacar, que la señalada violación del principio de la equidad – contra la humanidad de la comunicación – es independiente de la calidad de los contenidos - que por lo demás defiende el hombre religioso en la argumentación. (Teólogos con pensamientos humanistas emancipados reciben el reproche, que el punto de partida de su argumentación contradice  absolutamente las metas por ellos pretendidos. El fundamento de su humanidad proviene de la inhumanidad radical, de la desconsideración de las raíces humanas de la construcción de la realidad). En este punto se muestra cuán poco coherente es la “hipótesis de la canoa de aguas lluvias”: La inhumanidad de la religión realmente no es un resultado casual de intereses profanos de historiadores. Por esto no es de extrañar, que el modelo religiosos de la realidad, que en la fundamentación teorética pasa arrogantemente por encima de lo humano, practica esto constantemente en su actuar social. La idea fundamental de la religión ya es el problema en sí. Esto se hace notorio en el fenómeno del fundamentalismo religioso.


La crítica agnóstica del fundamentalismo


Es sabido, que los fundamentalismos religiosos, en el momento están en auge a un grado increíble. Las razones son evidentes: Se necesitan sistemas de legitimación, para las numerosas batallas de sangre, que sólo parecieran tener sentido en las relacionéis religiosas. A demás la pluralidad postmoderna en los lábiles   paraísos capitalistas del consumismo crea una presión selectiva en dirección al dogmatismo premoderno. Muchas personas están – para hablar en términos de Habermas – sobrepasados por la “nueva complejidad” del principio  “Anything goes“. Pequeños modelos cósmicos dogmáticos,  fáciles de abarcar, libres de todo tipo de dudas, se ponen cada vez más atractivos. Es de temer, que – en especial en tiempos de crisis económicas – el fundamentalismo religioso también podría ganar poder masivamente en nuestras latitudes. Este peligro también es reconocido por  parte de los religiosamente progresivos y no pocos pueden informar, que el combate contra el fundamentalismo pueda ser determinante sobre el futuro de nuestra especie. Con esto hay que estar de acuerdo. El desmentido sólo aparecerá, cuando se toma el acuerdo, en qué momento debe comenzar la pugna.

Según mi opinión, el fundamentalismo religioso sólo es posible combatirlo, cuando se la toma por las raíces: La raíz del fundamentalismo es la usanza religiosa del “mundo en sí mismo”, que en principio hace imposible toda forma de argumentación humana. Es interesante que esta usanza no sólo las encontramos en las religiones teístas. Incluso la contraparte aparentemente anti-religiosa, el ateísmo teórico, emerge de la usanza religiosa del “mundo en sí mismo”, puesto que afirma, que Dios “en sí” no existe. También esto es un intento un justificable, de apoderarse del “mundo en sí mismo”. El ateísmo teórico, como tal, no es una alternativa al dilema religioso. Una real alternativa a la religión solo lo ofrece el agnosticismo, que se niega hacer declaraciones sobre el “mundo en sí mismo”, porque acepta la limitación epistemológica – humana – de nuestras construcciones de la realidad. El agnosticismo es por lo tanto, la base epistemológica de cada humanismo sincero. 


Si Dios existe o no, desde el punto de vista del agnosticismo da lo mismo, ya que es indecidible. Nosotros no podemos, no debemos, de acuerdo a todos nuestros conocimientos, hacer una declaración sobre esto. En cambio debemos deliberar cómo repercuten las diversas construcciones humanas de Dios sobre la vida de los humanos. Aquí el agnosticismo, en vista de la incapacidad de discurso del teísmo, debe adoptar la imagen del ateísmo práctico en el sentido de Feuerbach, quien en el preámbulo al tomo I de sus “Sämtliche Werke” escribió: “Aquel que no sabe nada más de mi y dice: o soy un ateo, este no dice ni sabe nada sobre mí. La cuestión si hay o no un dios, lo contrario de teísmo y ateísmo, pertenece al siglo dieciocho o diecisiete. Yo niego a Dios, para mí significa: Yo niego la negación del ser humano, yo pongo en el lugar de lo ilusorio, fantástico, posición celestial de ser humano, lo cual en la vida real llega a ser la negación del hombre, en consecuencia también la posición social y política del ser humano. La cuestión de la existencia o no existencia de Dios, donde mí es sólo la pregunta por la existencia o no existencia del ser humano”. [Traducción libre mía].-


Después de esta posición de Feuerbach, la discusión  hoy no debería recaer. Que lo hace a pesar de esto, es extremadamente trágico, ya que sólo una confesión ilimitada hacia la posición ideológica del agnosticismo permite una argumentación coherente contra el fundamentalismo. Sólo la comprensión de la limitación de la construcción de la realidad humana podría posibilitar, que finalmente caigan las limitaciones religiosas de la razón. Sólo la consecuente orientación humanista del agnosticismo podría evitar, que la papilla venenosa de la putrefacción religiosa siga inundando ominosamente  al globo. Yo sigo manteniendo: ¡Sin un desarme religiosos, una paz mundial no es posible! Sólo un masivamente empañado ojo por el allende, no podría ver, que los asesinatos en masa en la ex Yugoeslavia, en Israel, en áfrica del Sur, en Irlanda, sin el explosivo religioso barato no sería pensable.

Lo que Karlheinz Deschner reclamaba para el cristianismo, en vista de los días mundiales para todas las religiones exigir: Ellas ya no necesitan a más reformadores. No necesita a desarrolladores. Estas palabras quizás suenen duras  e hirientes, no sólo para oídos religiosos consecuentes, pero están – cómo pienso - adecuadas, ya que no es apropiado, escarbar temerosamente  con el mondadientes en los problemas, cuando las condiciones exigen la máquina demoledora. Sin embargo: La severidad de la polémica podría llevar a mal entendidos, que quisiera evitar con el siguiente relativo  escarbar temerosamente  con el mondadientes en los problemas.


Relativizaciones necesarias


1. La declaración, que el ser humano religioso no es capaz para el discurso, no significa, que personas, que se consideran religiosos y que se confiesan con una religión revelada, fudamentalmente no estén capacitados para el discurso. Ellos sólo son incapaces  para el discurso, cuando proveen a sus argumentos con apoyos religiosos. Por suerte muchas personas creyentes (tampoco los religiosos profesionales) no son religiosas las 24 horas del día, en el sentido de arriba, sino sólo en sus horas de debilidad de razonamiento. El reproche de la generalizada incapacidad de discurso sólo recae sobre el tipo ideal del hombre religiosos, no a la realidad de los creyentes vivos.



2. La propugnación del desarme religiosos, naturalmente no es equivalente con el alegato para una prohibición de las religiones. Para prohibir a las religiones es un emprendimiento que denigra al ser humano, puesto que no deroga la inmadurez, que es la base para la religión, sino que la exacerba. Las religiones sólo pueden ser abolidas mediante el razonamiento y no por ley.

3. El combarte contra las religiones no significa combate contra todo, lo que fue despojado y bregado  por las religiones. (Algunos de los mayores logros y resultados culturales de nuestra especie son, como es conocido, obtenido en el contexto religioso). Aquí separar cuidadosamente lo útil para la vida de lo hostil para la vida y no tirar al bebé con el agua del baño.


4. La renuncia a argumentaciones religiosas no significa, que las cuestiones básicas trascendentales, que las religiones pretendieron responder, ya no pueden o deben ser formuladas. Pareciera que fuese una necesidad humana fundamental de sobre pasar los límites empíricos del cosmos diario, para sentir el “sentimiento oceánico”, la “experiencia flow”, la “abolición de todas las barreras del yo”. Esta necesidad por la mística no puede ni debe ser eliminada por la racionalidad. Más bien hay que encontrar nichos, en los cuales estas necesidades pueden satisfacerse, sin que exista el peligro, que de estas, emocionalmente importantes pero no abarcables experiencias místicas, nazcan nuevas meta-cuentos religiosos. En otras palabras: De la mística, del sistema de cuestaciones, no debe surgir una religión, un sistema social relevante de respuestas. Por esto es conveniente que fuera de estos nichos existe una abstención trascendental. O – como lo formuló Adorno: “Una extrema ascética frente a cada creencia revelada, una máxima fidelidad a la prohibición de imágenes, mucho más allá lo que una vez in situ se pensaba”.-

Yo llego a la conclusión: En  el marco de este ensayo cabe señalar, que la idea religiosa de una verdad absoluta, por una revelación experimentable es epistemológicamente una tontería, y que también contraviene el principio de la equidad. Que nadie diga, que aquí se trata de sofismas académicos, que en vista de la amenaza ecológica de la global fuesen irrelevantes. Naturalmente es discutible, que nuestras reivindicaciones a una vida digna en el futuro, también está en peligro sin religiones reveladas (gracias una desenfrenada explotación de los sistemas económicos). Pero – y aquí se legitima la agudeza del ataque  expresado al sistema de cosmovisión “religión”. Para obtener un cierto el control de la casi inmanejable tarea, que se nos viene encima, primeramente deben ser abolidas. El reto del futuro exige de nosotros una cosa: Veracidad en vez de revelación.


Traducido del alemán por A. Gundelach con la gentil autorización de su autor









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