24 de agosto de 2008

Porque Jesús nunca fundó una iglesia

Porque Jesús nunca fundó una iglesia

Pocas cosas aparecen en forma tan clara de los relatos sobre Jesús, como que nunca quiso fundar una iglesia. Jesús siempre anunciaba el reino de Dios, nunca el dominio de una institución o de una comunidad.
En ninguna parte aparece el más mínimo llamado, para fundar una organización. Si Jesús hubiese querido esto, él y sus apóstoles no habrían rezado en una sinagoga, templo de los judíos, si no habrían construido un templo propio (Hechos 3, 1): “Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.”
Como hijo conformista de un carpintero, seguramente le hubiera bastado con una cabaña como casa de Dios. Si hubiera sido un fundador de una iglesia, seguramente en previsión habría reglamentado su continuidad, para que no, como ya entre los primeros cristianos, se hubieran producido peleas por el orden del rango y potestad.
La iglesia romana, naturalmente nunca dejaría esto así. Para legitimar su derecho a la sucesión de Cristo, escudriñó profundamente entre los versículos bíblicos, encontrando en una parte la frase, en realidad inconexa (Mateo 16, 18): “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Este versículo, al que no le antecede ninguna explicación y tampoco nada le fue agregado, aparentemente demostraría, que Jesús le habría encargado a su apóstol Pedro, fundar una iglesia, lo que este habría hecho en Roma. Además no existe la más mínima prueba de que Pedro haya estado alguna vez en Roma.
Jesús, sin embargo consideraba superfluo efectuar misiones en gran estilo. Ya que realmente tenía previsto regresar pronto. Por esto le ordenó a sus apóstoles (Mateo 10, 5 – 6): “A estos doce envió Jesús, dándoles las siguientes instrucciones: No vayan por camino de gentiles, ni entren en la ciudad de los samaritanos, si no, más bien, vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”
Supuestamente no valía la pena de convertir a los romanos y a los griegos, porque los apóstoles no alcanzarían (Mateo 10, 23): “… recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.” Y erigir su imperio en la tierra.
Fuente: “Objektive Bibelkritik nach Johannes Maria Lehner(Crítica bíblica objetiva de Johannes Maria Lehner)

2 comentarios:

Alexánder dijo...

(Mateo 24:14) Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Desde el principio, Jesús supervisó personalmente la obra de predicación y enseñanza. De hecho, determinó en qué orden se difundirían las buenas nuevas por todo el mundo. Durante su ministerio, dio estas instrucciones a sus apóstoles: “No se vayan por el camino de las naciones, y no entren en ciudad samaritana; sino, más bien, vayan continuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Al ir, prediquen, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado’” (Mat. 10:5-7). Obedeciéndole fielmente, predicaron con celo entre los judíos y prosélitos, sobre todo a partir del Pentecostés del año 33 (Hech. 2:4, 5, 10, 11; 5:42; 6:7).

Luego, Jesús empleó el espíritu santo para ampliar el alcance de la predicación y llegar a los samaritanos y más tarde a las demás naciones (Hech. 8:5, 6, 14-17; 10:19-22, 44, 45). A fin de favorecer la difusión de las buenas nuevas entre los no judíos, Jesús intervino directamente llamando a Saulo de Tarso a convertirse al cristianismo. En una visión, uno de los discípulos, llamado Ananías, recibió de Cristo esta orden: “Levántate, ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un hombre cuyo nombre es Saulo, de Tarso. [...] Ponte en camino, porque este hombre me es un vaso escogido para llevar mi nombre a las naciones así como a reyes y a los hijos de Israel” (Hech. 9:3-6, 10, 11, 15). “Este hombre” llegó a ser el apóstol Pablo (1 Tim. 2:7).

Cuando llegó el momento de que la predicación se extendiera por las naciones, el espíritu santo dirigió a Pablo para que realizara viajes misioneros por Asia Menor y Europa. En el libro de Hechos, Lucas señala: “Mientras [los profetas cristianos y maestros de la congregación de Antioquía de Siria] estaban ministrando públicamente a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: ‘De todas las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado’. Entonces ayunaron y oraron y les impusieron las manos y los dejaron ir” (Hech. 13:2, 3). Como vimos antes, Jesús en persona había llamado a Saulo de Tarso para que fuera su “vaso escogido” y llevara su nombre a las naciones. De modo que fue él, el Líder de la congregación, quien le imprimió fuerza a la evangelización. En el segundo viaje misionero del apóstol se vio con toda claridad que Cristo empleaba el espíritu santo para dirigir la obra. La Biblia señala que “el espíritu de Jesús” —o sea, el espíritu santo que él usaba— hizo que Pablo y sus compañeros siguieran una determinada ruta, tras lo cual una visión los condujo a Europa (léase Hechos 16:6-10).

Albrecht Gundelach dijo...

Es muy probable que el verdadero fundador del cristianismo fuera Pablo, por una razón el Jesús de los evangelios nunca existió. Él es un sincretismo de todos los hombres dioses en los cuales se creía en esa época y en esa zona geográfica. Y tampoco existen evidencias de un Jesús más humano que haya existido en aquellos tiempos
(Ver: http://www.theologe.de/pablo.htm)