10 de abril de 2015
Lo que los ateos creen
Lo
que los ateos creen
El
ateísmo sigue siendo considerado como una posición no religiosa o incluso anti religiosa;
no obstante se trata de una variante de religiosidad. En esto, en primer lugar uno
se podría referir a la concepción que se tiene en general, que los ateos son enemigos
de Dios, o sea anti-teístas, pero esto es una contradicción, puesto que, para
estar contra de algo, hay que asumir, que ese algo existe. Una moderna versión
de este error suena cómo sigue: “El ateísmo se refiere ya semánticamente a algo
preexistente, que no debería ser o que debe ser negado: A Dios respectivamente,
dicho en forma generalizada, a algo divino. Para los ateos en primer lugar es
un reto, que en su negación de una realidad, siempre las debe poner juntas, si quiere
negarlas. Esto lleva al regocijante conocimiento, que en realidad los ateos no
existen, si Dios no existiera.”
El
error del teólogo fundamentalista católico, que argumenta de esta manera,
consiste en, que es perfectamente posible que exista un referente “netamente semántico”
hacia Dios sin que sea existente, si se dice: “No es el caso, que algo existe,
que fuese Dios”. Lo cierto es, que el ateo ya debe haber entendido lo que significa
la palabra “dios”, y esto se refiere por regla, al dios personal de las religiones
abrahámicas reveladas, pero esto no
significa, que sólo entonces puede refutar, que existe, si esto él asumido anteriormente
en forma implícita. (A propósito, esto también vale para el Yeti).
De
hecho el ateísmo se mueve en el área y la zona de influencia del teísmo, al
cual niega. Si él dice:”No hay Dios”, entonces naturalmente afirma más, de lo
que puede demostrar, puesto que nadie puede evidenciar una existencia negativa
de un objeto singular; para esto tendría que haber registrado todo el universo.
(Esto de nuevo también vale para el Yeti). Bertrand Russell mostró, que es
posible pensar que entre la Tierra y Marte hay una tetera china que circunda al
Sol, sin que se nos fuese técnicamente posible, demostrar que esto no es así.
Russell usa este ejemplo para su diferenciación entre el ateísmo y el
agnosticismo: Mientras que el ateo parte de la base de la no existencia de Dios, el agnóstico la deja sin respuesta,
puesto que para él lo pro y lo contra son igualmente inaccesibles. So bajo “saber”
entendemos convencimientos ciertos y justificables,
entonces de hecho nadie puede saber si existe o no Dios; pero con esto el
ateísmo aún no está refutado. El agnosticismo considera la cuestión “Dios” sólo
como un problema de cognición, que justamente pierde su interés cuando queda
claro, que aquí no hay nada que saber; el ateísmo, si se entiende correctamente,
no niega la existencia de Dios, sino sólo la creencia en Dios. Con esto el ateo
esquivó la trampa cognitiva la evidencia de la existencia negativa.
Los
ateos no están contra Dios, sino son los sin Dios, los no creyentes, descontando
los ateos inconscientes, para quienes Dios ya no más es un tema y que en nuestro
país (Alemania, el traductor) aumentan constantemente, entonces la incredulidad se presenta de dos formas diferentes. La
creencia en Dios se puede negar de dos maneras diferentes. Unos dicen: “Yo
creo, que Dios no existe”, los otros dicen: “Yo no creo, que Dios existe; en el
primer caso se trata de una confesión de fe, en el otro caso de una confesión
de incredulidad. En este caso se puede diferenciar a una ateo confesional de un
ayeo escéptico, Esto, sin embargo, no tienen nada que ver con religión, y a ser
mientras, entendemos la creencia como una etapa de cognición entren suponer y saber, o sea en el sentido de Kant,
quien toma la creencia como un “tener por cierto” (las comillas fueron puestos por mi), subjetivamente suficiente,
pero objetivamente insuficiente. Si en el caso0 de la creencia o no creencia
sólo se trata de convencimientos subjetivos, que satisfacen o no cierto interés
cognitivo, entonces hemos tratado a Dios no muy distinto que al Yeti, podría
ser interesante si existe o no. Totalmente diferente se ve el asunto, si
nosotros (nuevamente con Kant) diferenciamos entre la creencia cognitiva de la creencia pragmática. Aquí
el “‘tener por cierto’ teóricamente insuficiente” se encuentra en una “relación
practica”, ya que guía el actuar en situaciones, donde un “tener por cierto”
objetivamente suficiente no está disponible. Por lo tanto, no es indiferente para nuestra vida personal, si estamos convencidos o no de la
existemncia de dios en el sentido de este concepto de fe pragmático.
Que el
verbo “creer”, en el idioma alemán denota
dos estados de conciencia totalmente diferentes, provoca constantemente
confusión y llevan a disparates semánticos; así dice el teólogo Otto Waalkes: “Tengo
una crisis de creencia (fe, el traductor);
yo creo que tengo que beber otro trago” A los griegos, latinos, y oos
anglosajones esto no les puede suceder, puesto que allí se diferencia entre pístis
y dóxa, fides y opinio, faiht y believ (fe y creencia, el traductor). Las expresiones pístis/fides/faith (fe) en diferencia a dóxa/opinio/belief (creencia) por regla no son una pre
etapa del conocimiento, sino una
posición subjetiva frente a lo creído, que mejor se describe como confianza o
fiarse de ello; en el sentido de esto concepto de creencia, en los billetes de
los dólares norteamericanos “In God we trust”. La creencia netamente cognitiva no
tienen significación para nuestra vida, ¿a quién le interesa si existe o no el
Yeti? Para el turista del Himalaya esto es diferente; aquí hay una diferencia
práctica, si se espera un encuentro con el Yeti o no. La creencia pragmática,
que guía el actuar, contiene entonces como un convencimiento (creencia)
subjetivo suficiente, siempre el aspecto fe del fiarse práctico a lo de lo cual
uno está cognitivamente convencido.
Cuando
se trata de la creencia en Dios, entonces este aspecto de fe de la creencia pragmático
adquiere otra dimensión totalmente diferente, a ser, una religiosa: nadie
cambia su vida si el Yeti realmente existe, pero si el dios teísta real existe,
no puede dejar indiferente al ateo. Quien seriamente dice “yo creo, que no hay
Dios” o “yo no creo que existe Dios” no se refirió a un objeto fantasioso entre otras cosas, sino en el sentido de nuestra
tradición monoteísta a una creador todopoderoso y sostenedor del mu do como la “realidad
que todo lo determina” (Bultmann); ya este aspecto significativo de la
incredulidad o no creencia ubica al ateo en el circulo de lo religioso. Pero
más importante es el aspecto pragmático, puesto que el incrédulo o no creyente
no permanece estático en una convicción práctica irrelevante cómo el agnóstico,
sino generalmente dice: “Estoy seguro y me fio que no existe Dios, y vivo según
esto” o en el otro caso: “Yo vivo sin la certeza y sin la confianza, que Dios existe”.
En ambos casos se trata de una posición religiosa.
Robert
Spaemann calificó la creencia en Dios como un “rumor antiguo, inmortal” y
exigió aquel que impugna su verdad, debe aportar las evidencias. Esto es pedir
demasiado, porque exige la evidencia de la existencia de un negativo, que
tampoco se puede aplicar para Dios, y además, porque aquí sólo se trata de una
creencia en el sentido cognitivo y pragmático, donde se trata exclusivamente de
la cuestión, si lo creído puede ser considerado subjetivamente suficiente cómo
cierto o no. Incluso
si de acuerdo a Kant serian posibles evidencias objetivamente satisfactorias de
la existencia de Dios, sobre lo cual la “prueba final de Dios” no dice nada, queda abierto, si a este
evidenciado Dios se podría rezar y confiar en la vida y la muerte. Con esto la carga
de la prueba, para el teólogo teísta se eleva prácticamente a lo inconmensurable.
El ateo no
puede demostrar, que con su posición esta objetivamente en lo correcto y que se
trata de conocimiento – un ateísmo “científico” es un absurdo monstruoso; pero
él puede nombrar razones, que lo afirman en la certeza subjetiva, que Dios no
existe, o dejar est6a en la duda. Razonas cómo estas pueden permanecer en el ámbito
personal y referirse a la falta de experiencia religiosa convincente; también
se puede considerar aquí la pérdida de fe.
Esto
nos llevas directamente al peliagudo problema de la revelación. En esto, lo que
así es nombrado, se trata por regla de vivencias evidenciadas irrefutables de
algunos individuos, donde queda la duda, si realmente remiten a Dios mismo y si sus relatos son creíbles;
sobre estas experiencias reveladoras y las exigencias respectivas, fiarse de
ellas ciegamente, relata la historia de la religión aterradoramente frecuente.
El problema de los falsos profetas, resuelve la iglesia católica, atribuyendo,
en la revelación cristiana donde el receptor un reconocimiento natural de la existencia
del verdadero Dios, que no puede ser un dios engañador. El protestantismo nunca
a logrado realmente eliminar la aporía de una incondicional, auto legitimadora
revelación; el modelo de Karl Barth
es en realidad un violento golpe teológico.
Finalmente
hay que referirse al viejo y especialmente actual urgente problema de la
teodicea; en especial en vista de los horrores del siglo 20. Todas las alabanzas al omnipotente señor, “que gobierna
todo en forma tan maravillosa”, nos deberían atragantar la garganta. Estas
experiencias bastan para convertir a una persona en un ateo, ya sea en el
sentido de que Dios no existe o el no poder creer que existe; si ambos formas
de la incredulidad determinan su vida, el ateo no ha abandonado realmente el
entorno religioso.
Fuente:
http://www.christundwelt.de
Traducido
del alemán por A. Gundelach con la gentil autorización del Dr. Herbert Schnädelbach
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