18 de octubre de 2015

La vanidad humana



La vanidad humana a veces realmente me sorprende.
 
Vivimos en un planeta que comparado con la inmensidad del universo, la inimaginable cantidad de objeto esterarles, cómo galaxias estrellas planteas etc. , nuestro hogar, la Tierra, no es más que una mota de polvo absolutamente insignificante. 

Más aun, si reducimos la existencia del universo, desde su comienzo hace 13,7 mil millones de años a un año, entonces recién el 1 de septiembre: A partir de una nebulosa estelar – restos de una supernova – se forma nuestro sistema solar, y con él, también nuestro hogar, el planeta Tierra, esto en tiempo real, fue hace unos 4,5 mil millones de años.

Recién cuatro horas antes de año nuevo, comenzaron a caminar los primeros homínidos en dos piernas. Y  4,6 segundos antes de la media noche comenzó a regir nuestro actual calendario. 

Y en  nuestra jactancia creemos que todo esto fue creado por un ser supremo para nosotros. Esta idea pretenciosa es comprensible para los habitantes de la edad media y épocas anteriores, cuando la humanidad aún no tenía sólo mínimos nada de  conocimientos sobre nuestro origen y el del  universo. Pero en la actualidad, con todos los conocimientos científicos que poseemos, esta vanagloria ya no se justifica.

Creer que una inteligencia superior creó sistemas tan complejos cómo el ADN etc., sólo para  unos insignificantes seres existan en esta mota de polvo, creer que ese ser omnipotente “Dios”, haya mandado a su hijo para que con su muerte se pueda reivindicar la humanidad, apenas 4,6 segundos antes del año nuevo, es un absurdo total e incomprensible.

Y a pesar de todo esto los seres humanos somos tan engreídos – no todos -  que celebramos ceremonias religiosas casi a diario para alabar a esta supuesta divinidad, por haber creado todo esto única y exclusivamente para nosotros. 

Construimos templos, iglesias, catedrales, invertimos miles de millones de dólares, euros, pesos, o lo que sea, sólo para satisfacer nuestra propia vanidad, en vez de disminuir en algo el hambre que reina en muchas partes de este mundo. Pero la vanidad humana puede más que la empatía hacia nuestros semejantes. 




¡Qué triste espectáculo las ceremonias religiosas, y suntuosas catedrales, cuando al lado hay niños que se mueren de hambre porque no tienen que comer!



1 comentario:

Albrecht Gundelach dijo...

Hoy en la madrugada, cuando aún estaba acostado, prendí mi televisor y me puse a revisar los distintos canales y me encontré con programa religioso de una estación televisiva evangélica, donde conversaban dos personas. Me llamó la atención el relato de la persona de mayor edad, al parecer un pastor, su narración trataba sobre el miedo, el terror, que sentían los pasajeros de un avión, que atravesaba la cordillera de los Andes, cuando ese avión pasó por una zona de turbulencias. No entendí bien, si fue ese señor mayor u otra persona, que en ese momento de angustia imploró a “Dios” y de inmediato las turbulencias finalizaron y el avión continuó de forma totalmente tranquila su viaje. (No sé si este relato se basa en un hecho real, pero me suena como si lo fuese).

A pesar de que ya estamos viviendo en el siglo XXI, aún la mayoría de las personas adultas, no han logrado independizarse de sus progenitores. No importa la edad que tengan, la mayoría de la humanidad sigue llamando a su mamá o a su papá cuando sienten miedo, y si estos – lo que sucede en la mayoría de los casos - ya están fallecidos, claman a un padre superior, que en el caso de los cristianas es el dios de la Biblia, para que venga en su auxilio.

El adulto mayor, que relató este suceso, naturalmente atribuye la repentina calma del vuelo a una intervención divina después de invocar a “Dios”, argumentando que fueron “salvados” por el amor de ese dios hacia las personas. Esto también lo pudo haber relatado un sacerdote Vudú, quien salvó al avión con su magia negra. ¿Cuál es la diferencia?

La pretensión, que una divinidad va en socorro de un avión con “problemas” de turbulencias, entre decenas de miles de aviones, que vuelan a diario por todo el mundo, en esa mota de polvo que es “nuestro” planeta, sobrepasa todos los límites de las supersticiones.



supersticiones.